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Cooperar aumenta nuestras posibilidades




Oscar Ghillione

Subsecretario de Carrera Docente Ministerio

de Educación Ciudad Autónoma de Buenos Aires



Vivimos en una sociedad extremadamente compleja.


Hace años que nos convencimos de que merecemos más de lo que nos toca. Como si el desarrollo de un país fuera producto del azar. Nos cuesta hacernos cargo de nuestras decisiones. Decimos que la educación es prioridad pero nuestros hijos no van a clases todos los días, nuestros gobiernos no cumplen con el financiamiento de los sistemas y nuestros sindicatos se convierten en partidos políticos anti escuela.


Vivimos en un realismo mágico donde los derechos son sin responsabilidades equivalentes, donde “gratis” es más que “con esfuerzo” y donde la pobreza y la vulnerabilidad son culpa del gobierno anterior.


Tristemente parece que nos merecemos en gran medida aquello que somos (o no somos).


Y llega nuevamente un año electoral y comenzamos a hablar de la necesidad de acuerdos. Como si sólo fueran importantes hacia adelante, como si nadie los hubiera pensado antes.


Y hay cientos de seminarios, congresos y editoriales sobre el tema. Esta, una más.


“El país se construye sobre la base de acuerdos…” y entonces comienzan los aplausos.


Tenemos dos problemas para tomar los aplausos en serio.


El primero es que nos falta madurez política y social para estar en el nivel de poder acordar cualquier cuestión de las que importan.


Los valores y los principios que se requieren para lograr la confianza necesaria en una mesa de diálogo fueron reemplazados por conveniencias y privilegios que les bajan sistemáticamente el precio a esos acuerdos.


El segundo es que los acuerdos que valen no son los que suceden en tiempos de propuestas electorales sino aquellos que surgen en el momento del ejercicio real del poder y de la oposición.


Simplificando, la diferencia la hacés cuando el albañil y el arquitecto están construyendo juntos, no cuando definen que la casa debe tener paredes, ventanas y techo.


Argentina es un país lleno de oportunidades. Tenemos que merecerlas en lo que decimos y en lo que hacemos. Las convicciones / conveniencias personales no pueden estar por encima ni de la verdad ni del

bien común.


El primer gran acuerdo está al alcance de todos porque es con uno mismo: “Haré lo correcto, porque es lo correcto”. A partir de ese compromiso se abren otros caminos institucionales cuyos efectos serán equivalentes a la relevancia que tengan las personas que lo suscriban.




Hagámoslo realidad. Nos debemos en justicia sacar a millones de personas de la pobreza estructural en la que viven.


A esta altura de nuestra historia y democracia, es una obligación moral sobreponernos al desgastante dilema del prisionero en que nos encontramos para finalmente aceptarnos como interdependientes.


El profesor Robert Axelrod lo pone en estos términos: “la cooperación basada en la reciprocidad puede evolucionar y sostenerse, incluso entre egoístas, siempre y cuando exista la perspectiva de una interacción a largo plazo”.


Creo que la cooperación puede ser nuestra mejor estrategia para pensar y hacer nuevas todas las cosas. Puedetener un efecto social tan potente e inspirador que sus ecos redefinan el presente y futuro del país.


Liderar desde la cooperación y empezando con la educación… habría que probarlo.



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