por Rosario Zorraquín, Prof. de Nivel Inicial - vicedirectora del Jardín Ntra. Sra. del Pilar, para "Miradas de la educación".
Durante una capacitación con varios colegas docentes recibí una invitación a reflexionar sobre la situación actual de nuestro contexto educativo. Debíamos decidir qué proyectos elegíamos mantener en el programa porque enriquecen nuestra tarea como educadores, y cuáles queríamos cambiar para lograr una educación con sentido, que contribuya al cambio que queremos ver en el mundo.
Todos los allí presentes estuvimos de acuerdo en la necesidad de lograr una educación relevante, motivadora, que les permita a los alumnos desarrollar las competencias integrales para vivir en el mundo de hoy. Pero a la vez, coincidimos en que la tarea más difícil de lograr es despertar en los alumnos las ganas, ganas de aprender y que ese aprendizaje se produzca de manera efectiva y consecuente.
Hoy se habla de un “colapso educativo”. La crisis económica trae consigo desigualdad de oportunidades, bajo rendimiento académico, falta de capacitación y compromiso docente, alumnos que pasan de grado sin haber logrado los aprendizajes esperados, y podríamos seguir enumerando alertas. No ajenos a esta realidad, los educadores sabemos que son muchos los desafíos que enfrentamos para guiar a nuestros alumnos hacia un aprendizaje significativo. Un aprendizaje que los ayude a convertirse en ciudadanos responsables y comprometidos, con un propósito en el mundo en el que viven.
Pero no debemos olvidar que educar personas implica educar de forma integral, teniendo en cuenta las necesidades, habilidades y potencialidades de cada individuo. Aplicar pedagogías inclusivas no se trata únicamente de educar transmitiendo conocimiento para un futuro trabajo, es mucho más que eso. Pedagogías inclusivas son aquellas que brindan una educación para todos que permita descubrir y potenciar un talento para poder brindar un servicio a mi comunidad.
En los últimos tiempos han surgido propuestas innovadoras como las aulas colaborativas que fomentan la participación proactiva de los estudiantes, mientras siguen apareciendo nuevas tecnologías emergentes que facilitan un aprendizaje más personalizado. El proceso de expansión de los entornos virtuales o híbridos es constante, y la educación emocional por su parte va adquiriendo mayor presencia en las aulas.
Si lo que verdaderamente queremos es lograr una educación con sentido, que contribuya al cambio que queremos ver en el mundo, no tengo dudas que valores como el esfuerzo, la empatía, la superación y la responsabilidad se potencian si la comunidad educativa (directivos, docentes, alumnos y familias) enfocamos nuestra mirada hacia la cooperación y el bien común.
Educar con sentido se trata de ayudar a nuestros alumnos a ser observadores, curiosos, analíticos, con una mirada crítica y reflexiva hacia el mundo y las situaciones que los rodean. Que aprendan a ser conscientes y que salgan de su propio mundo para conectar con otras miradas realizando un trabajo cooperativo que los enriquezca mutuamente y los motive a esforzarse por lograr un bien común.
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